En el presente artículo, nos adentraremos en el fascinante mundo de Clérigo y exploraremos sus múltiples facetas. Desde su impacto en la sociedad hasta sus posibles implicaciones en el futuro, Clérigo ha captado la atención de expertos y aficionados por igual. A través de un análisis exhaustivo y ponderado, buscaremos arrojar luz sobre este tema tan relevante y, a la vez, tan enigmático. Acompáñanos en este viaje de descubrimiento y reflexión, donde desentrañaremos los secretos y las maravillas que Clérigo tiene para ofrecernos.
El término clérigo proviene del griego antiguo κληρικός (klērikos). En un sentido extenso, clérigo es sinónimo del término eclesiástico (no confundir con el Eclesiástico, un libro de la Biblia) y puede hacer referencia, en el cristianismo, tanto a un miembro del clero regular (monjes y frailes ordenados) como del clero secular (diáconos y presbíteros diocesanos). En una segunda acepción designa, en la Edad Media, a cualquier hombre instruido, eclesiástico o laico / seglar, en el quadrivium o en las Artes liberales: médicos, jueces, abogados etcétera
Es importante destacar el carácter genérico del término y la multiplicidad de significados que puede tener en distintas religiones. Así, se utiliza a menudo para referirse a un dirigente religioso en el islam.
En el derecho vigente de la Iglesia católica, se entiende por clérigo a la persona que se incorpora al orden sacerdotal al menos en el grado de diaconado. El derecho canónico establece un estatuto del clérigo, con la idea de proteger a los sacerdotes.
En el derecho canónico antiguo, el fiel se convertía en clérigo al recibir la tonsura (incluyendo a diáconos, presbíteros y obispos). Actualmente ha desaparecido la tonsura, de modo que el fiel pasa a ser clérigo en el momento de recibir el sacramento del orden sagrado en el grado de diaconado.
Durante la Edad Media, los clérigos se dirigían de aldea en aldea pretendiendo acercar al pueblo los temas cultos y religiosos con un propósito didáctico y moralizador, utilizando la lengua romance. Su oficio recibía el nombre de Mester de clerecía.
La terminología de clérigo de mayores o de menores, ha quedado obsoleta, pues actualmente solo son clérigos los fieles que han recibido el diaconado o presbiterado; también la de clérigo misa, ha quedado en desuso.
En sus Etimologías del siglo VII, Isidoro de Sevilla escribe que, de manera general, reciben el nombre de clérigos todos los que desempeñan un ministerio en la Iglesia de Cristo y sus grados y denominaciones son los siguientes: