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La escuela alegórico-dantesca italiana es una de las corrientes poéticas del Prerrenacimiento literario español del siglo XV.
Los autores de esta escuela suelen contraponerse, desde que Juan Alonso de Baena lo hizo en su Cancionero, a los que cultivan, también en ese siglo, la lírica cancioneril de carácter trovadoresco. La escuela alegórico-dantesca prefiere una expresión más culta y artificiosa, con frecuencia alegórica, unos argumentos menos triviales y un contenido moral más elevado. Prefieren el arte mayor, en especial el solemne verso dodecasílabo y la copla de arte mayor.
Está representada por el erudito prosista Enrique de Villena, quien tradujo la Eneida de Virgilio y la Divina Comedia de Dante, y cronológicamente, por los poetas micer Francisco Imperial, de origen italiano y autor de numerosos decires alegóricos, entre ellos el Decir a las siete virtudes (c. 1408) o el Decir de los siete planetas (1405), en celebración del nacimiento de Juan II de Castilla; Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, que intenta introducir el Petrarquismo del soneto italianizante y cultiva el poema épico culto con su Comedieta de Ponza; Diego de Burgos, secretario y criado del anterior y poeta asimismo, autor de un desolado planto a su señor y amigo; Juan de Mena (1411-1456), considerado por sus contemporáneos un clásico vivo digno de glosas como las del humanista Francisco Sánchez de las Brozas y que introduce con su Laberinto de Fortuna el gran poema alegórico a la manera de Dante Alighieri, dedicado al monarca, y compone su Omero romançado o Sumas de la Ilíada de Homero (h. 1442 - 1444), prosificación en 36 capítulos de la Ilias -versión latina de la Ilíada-, por encargo de Juan II de Castilla. Y, por último, el ya tardío Juan de Padilla, el Cartujano, (1468-1518), tardío autor del Laberinto del duque de Cádiz, Ponce de León (1493) y otros poemas.