En el presente documento se aborda el tema de Juan de la Rosa González desde diferentes perspectivas con el objetivo de proporcionar una visión integral y completa sobre este tema de interés. Se analizan sus aspectos históricos, sus implicaciones en la actualidad, así como posibles escenarios futuros. Mediante un enfoque multidisciplinario, se exploran los distintos ángulos desde los cuales Juan de la Rosa González ha impactado o puede impactar en diversos contextos. Asimismo, se presentan diversas opiniones de expertos y se ofrece una reflexión crítica sobre las implicaciones y desafíos que Juan de la Rosa González plantea para la sociedad en su conjunto. Con este artículo se pretende contribuir al análisis y debate informado sobre Juan de la Rosa González, aportando elementos que enriquezcan la comprensión y el diálogo en torno a este tema.
Juan de la Rosa González (Nava del Rey, provincia de Valladolid, 27 de diciembre de 1820-íd. 27 de noviembre de 1886) fue un poeta, dramaturgo, periodista y crítico teatral español.
De origen humilde, hijo de un botero y posadero, siendo un niño fue llevado a Valladolid, en cuya universidad estudió Filosofía y Humanidades. Allí conoció a Pedro Calvo Asensio, persona crucial en su formación política e intelectual que se convertirá en su mejor amigo. Al terminar los estudios en Valladolid, De la Rosa y Calvo Asensio se trasladaron a Madrid donde ambos se licenciaron en farmacia.
En 1853, nuevamente junto a Calvo Asensio y Práxedes Mateo Sagasta, futuro Presidente del Gobierno español, participó en la fundación de La Iberia (España), revista liberal-progresista de la que formó parte de su equipo redactor. En ella coincidió con Eduardo Saco, Manuel María Flamant, Gaspar Núnez de Arce, Carlos Rubio, Manuel de Llano y Persi, Evaristo Escalera, Juan Ruiz del Cerro, Carlos Masa Sanguineti o Carlos Modesto Blanco entre otros escritores. En La Iberia publicó numerosos artículos de opinión, pero sobre todo de crítica literaria y teatral, escritos que le generaron no pocas polémicas.
Además, colaboró en publicaciones periódicas como El restaurador farmacéutico, La linterna médica o El cínife, las tres fundadas y dirigidas por Calvo Asensio; así como en el Semanario Pintoresco Español, El museo de las familias, El Iris (Madrid) o El Tío Camorra, periódico satírico dirigido por Juan Martínez Villergas. En sus páginas vieron la luz sus cuentos y poesías.
Destacó como autor de comedias y dramas históricos, escritos en solitario o en colaboración con Calvo Asensio, Eduardo López Pelegrín, Manuel de Llano y Persi y Juan Ruiz del Cerro. Con frecuencia sus obras fueron estrenadas o representadas en el Teatro de la Comedia o el popular Teatro de Variedades de Madrid.
Su familia se redujo a su esposa Isabel, quien falleció en enero de 1865. Según la prensa de la época, su estado de ánimo decayó por este hecho y dejó la redacción de La Iberia. No obstante, tras la Revolución de 1868, durante el gobierno de Sagasta, el Ministro de Fomento Manuel Ruiz Zorrilla nombró a Juan de la Rosa jefe de primer grado del cuerpo de bibliotecarios y archiveros -sección de bibliotecas-. A partir de aquí ejerció como director de la Biblioteca Universitaria de Madrid desde 1868 hasta su cese en 1875.
En 1875, tras renunciar a su nuevo destino en la biblioteca universitaria de Valencia, regresó a Nava del Rey, su localidad natal, donde residió la última década de su vida, distanciado del ambiente literario y político de Madrid, aunque siguió ligado al Partido Liberal de Nava del Rey, agrupación que tenía a Sagasta por presidente honorario. De la Rosa consideró este último periodo como un retiro, si bien desde 1854 ya no escribía teatro y sus escritos se reducían a artículos de opinión (crítica teatral, política, etc.). Entre 1875 y 1876, diez años antes de su muerte, escribió sus últimas obras: tres poesías, quizá las más personales e intimistas de toda su obra, textos que además fueron publicados en revistas de la época.
Según su acta de defunción, Juan de la Rosa falleció a causa de derrame cerebral de carácter severo el 27 de noviembre de 1886, dejando escritos unos versos premonitorios unos años antes:
De toda ambición ajeno,
sin pensar en lo que fui,
vengo a morir a tu seno
pues de tu seno salí.
«La vuelta a mi pueblo». Madrid, 1875.
Entre otros reconocimientos, en 1870 le fue concedida la Encomienda de la Orden de Carlos III, máxima condecoración civil que puede ser otorgada en España, por la renovación y mejoras llevadas a cabo bajo su dirección en la Biblioteca de San Isidro (Madrid).