En el mundo actual, Príncipe-obispo se ha convertido en un tema de gran relevancia e interés para un amplio público. Con el avance de la tecnología y la globalización, Príncipe-obispo ha tomado un papel fundamental en nuestra sociedad, impactando diversos aspectos de la vida cotidiana. Ya sea en el ámbito personal, laboral, social o político, Príncipe-obispo ha demostrado su influencia y ha generado un sinfín de opiniones y discusiones. En este artículo, exploraremos más a fondo la importancia de Príncipe-obispo y analizaremos sus implicaciones en diferentes contextos.
Un príncipe-obispo es un obispo que, además de ser la máxima autoridad religiosa en una diócesis, es gobernante o jefe de Estado en el territorio de la diócesis o en parte de este. En los casos en que la máxima autoridad civil la ejerzan un arzobispo o un abad los términos equivalentes son príncipe-arzobispo o príncipe-abad.
Príncipe-obispo fue el título de nobleza usado por los obispos que gobernaron un estado eclesiástico del Sacro Imperio Romano Germánico, o si habían recibido el título de príncipe del Sacro Imperio.
Así, el obispo de Lieja, soberano del Principado de Lieja, fue desde 985 obispo y príncipe del Imperio. Todavía existe en esta ciudad de Bélgica el Palacio de los Príncipes-Obispos de Lieja (actualmente sede del Palacio de Justicia de Lieja).
Hubo otros ejemplos, como el príncipe-obispo de Estrasburgo, Metz, Basilea, Ginebra, Sion, Salzburgo, Osnabrück, Riga (Príncipe de Livonia), Münster, Utrecht, Montenegro y Trento.
El Principado de Stavelot-Malmédy (en Lieja) fue también un Estado soberano regido por un príncipe-abad.
La mayoría de estos principados religiosos desaparecieron a principios del siglo XIX, cuando Francisco I de Austria disolvió el Sacro Imperio Romano Germánico y fundó la Confederación del Rin. Algunos también fueron anexionados por Francia.
Un caso aparte es el Principado de Andorra, aún existente en la actualidad, cuya jefatura del Estado es ostentada conjuntamente (como copríncipes de Andorra) por el obispo de Urgel y el presidente de la República Francesa -este último depositario de los derechos históricos de los vizcondes de Castellbò, luego condes de Foix, reyes de Navarra y finalmente de Francia.